De otro, los pesos absurdos, los que carecen de sentido, los que se pudren y nos hacen enfermar. Pesos sostenidos a lo largo del tiempo, colgados en un portasueros y expuestos al mundo. Pesos que rezuman ausencias, podredumbres, sinsentidos y sufrimientos varios.
Te conozco.
Me conoces.
Te busco y me buscas.
Te vas.
Me quedo.
Sin ti. Sin tus pesos. Sin los pesos de nada ni de nadie. El corazón late, bajo esa gabardina llena de grisura. Más rojo que nunca, más fuerte que nunca.